ASALTO
La
computadora había despertado a la totalidad de la tripulación para
la defensa de la nave. Desde el exterior tres naves que no podía
identificar Andrómeda, atacaban una y otra vez la nave de carga.
-Intenta
apuntar a una solamente con todo lo que tenemos. Hay que mermarles o
nos volaran por los aires.-apremió el capitán.
-Bodega
de carga inutilizada. Fisura en casco exterior detectada, sin
atmósfera. Procediendo a cerrar los accesos.- Informó
Andrómeda
-Se
aproxima una por babor, se está poniendo a tiro. ¡Sí!-exclamó
Jensen destrozando una de las tres naves que les atacaban. El puente
de mando estalló en un júbilo de festejo, pero todo se interrumpió
cuando una gran explosión sacudió el puente de mando.
Cuando
se levantó del suelo vio un panorama dantesco. Tommy yacía en su
silla inerte, mientras que Jensen se retorcía de dolor. Su pierna
derecha había sido seccionada a la altura del muslo. Pedro
presentaba quemaduras en rostro y brazos tumbado en el suelo
sin moverse. Al capitán no lo tenía a la vista así que dio la
vuelta alrededor de la consola de mando y lo vio echado sobre el
suelo. Kate no podía más y empezó a llorar. El capitán levantó
un brazo intentando alcanzarla. Ella se agachó hacia él.
-Escóndete.
No permitas que te capturen viva. No se ha podido lanzar un mensaje
de alarma a la Megacorporación. Si te atrapan estarás sola por
siempre.- dicho esto expiró.
Andrómeda continuaba disparando en modo automático pero solo quedaba un bláster activo y las naves que rodeaban a la Andrómeda se mantenían fuera del alcance. Hasta que otro de los múltiples impactos que recibió destrozó completamente la última torreta.
Andrómeda continuaba disparando en modo automático pero solo quedaba un bláster activo y las naves que rodeaban a la Andrómeda se mantenían fuera del alcance. Hasta que otro de los múltiples impactos que recibió destrozó completamente la última torreta.
La
joven corría despavorida con lágrimas en los ojos sin rumbo fijo.
En un primer momento la rutina la había llevado hasta su habitación.
Allí se escondió bajo la cama. Sollozaba y temblaba de miedo en
posición fetal. Ya no se oía el retumbar de los impactos en el
casco de la nave, lo que le hizo suponer que habían parado de
disparar. Una niebla de terror invadió su mente. ¡Iban a subir a
bordo! y ella estaba allí, indefensa, se dio cuenta que no había
cogido ningún arma y el grado de miedo aumentaba por momentos. Pensó
que allí no estaba segura y salió de debajo de la cama. Debía
llegar a la antesala de la bodega de carga. Si tenía suerte no
estaría sellada por los impactos y podría coger algún subfusil que
llevaban para una hipotética defensa. Que ironía, no habían tenido
tiempo prácticamente ni a defenderse. Les habían barrido y ellos
solo habían podido destruir una de las naves agresoras. Su cabeza
daba vueltas mientras corría hacia la armería. Tenía que defender
su vida a toda costa. Y la de su hijo. Volvió a llorar. Los ojos se
le llenaban de lágrimas y a veces le nublaban la visión. Tenía un
mal presentimiento y quería estar armada. Llegó a la puerta de la
armería y la vio cerrada. Introdujo un código de acceso en la
consola. La puerta se abrió automáticamente, la sala estaba
iluminada por las luces de emergencia. Ella se aproximó a uno de los
armarios y lo abrió. Cogió un subfusil y conectó el cargador de
plasma, encendiéndose unas luces rojas en el lateral del arma.
Cuando éstas llegaron al máximo, el arma estaba lista para ser
usada.
Se
enjuagó las lágrimas con la mano. Respiró profundamente y se
intentó mentalizar de que si jugaba bien sus cartas podría
sobrevivir al asalto de, quien fuera que les había atacado. Solo
tenía que esconderse y dejar que se llevaran lo que quisieran. Luego
mandaría un mensaje con la esperanza de que alguien consiguiera
oírlo y fuera en su ayuda.
Salió de allí con todo el sigilo que los nervios le permitían y se
dirigió hacia su dormitorio. Parecía una nave fantasma con las
luces de emergencia como única iluminación y aquel silencio
sepulcral que casi se podía cortar con un cuchillo. Ella iba de
puntillas, pues no quería hacer ruido. No sabía si habían abordado
ya la nave o si se habían ido de allí después de destruirles.
Llegó a su habitación sin tener ningún mal encuentro. Apretó el
botón que accionaba la apertura de la puerta y ésta se abrió. En
cuanto entró cerró tras de sí y se escondió dentro de la ducha
sujetando el fusil en dirección a la puerta. Si alguien entraba en
la habitación tendría unos segundos antes de que entraran en el
reducido cuarto de baño. Empezó a temblar, los nervios volvían a
aflorar y sus ojos se inundaron de lágrimas. Recordaba las palabras
de su novio Michael.
“No
tienes por qué hacerlo-Dijo Michael mientras miraba por la ventana
de su pequeño apartamento. Un apartamento situado en la planta 56 de
un edificio como tantos otros que se habían construido en la colonia
de Marte para alojar a los miles de colonos que, llegados de la
Tierra, trabajaban en las minas de Almenio y Constrinio.
-Con
tu sueldo, aunque seas capataz, no podemos acceder a un futuro muy
prometedor. Además será solo año y medio. Luego podremos vivir
juntos e ir a la Tierra de viaje de novios. Así conoceremos el mundo
de nuestros padres. -contestó Katy con convencimiento.
-Sabes
que no me gusta que te enroles en esos mercantes.
-Éste
carguero es de última generación , lo estrenamos nosotros. No
pasará nada.”
Ahora
se arrepentía de no haberle hecho caso. Como le gustaría estar a su
lado y abrazarse a él. Entre estos pensamientos se quedó dormida.
Se despertó cuando oyó un grito que venía de la habitación
contigua o la siguiente, no estaba segura. Había sido un grito de
mujer, por lo que debía ser la doctora Jessica. ¡ Se había
olvidado de ella! ¿Por qué gritaba? ¿Qué estaría pasando allí?
¿Serían los de la otra nave? Una multitud de preguntas se
acumulaban en su mente. Empezó a temblar de nuevo y levantó el arma
apuntando hacia la puerta. De un momento a otro sabía que entrarían
por la puerta. Quizá si estaba quieta no se percatarían de que
estaba allí. Corrió la cortinilla con sumo cuidado para no hacer
ruido. Solo dejó una rendija por la que tenía a la vista la
puerta. ¿Qué había pasado con la doctora? Ya no oía ningún
ruido. De repente notó una voz que parecía como si le susurrara
dentro de su cabeza. No la entendía, pero notaba como su voluntad
iba abandonándola. Tenía que mantenerse firme todo el tiempo que
pudiera. Sabían que estaba allí y ya daba igual el ruido que
pudiera hacer. Debía mantenerse despierta, así que abrió el grifo
del agua fría y esto la espabiló un poco. Pero la voz no cesaba de
rezar en su mente unos sonidos que la estaban anulando totalmente.
Terminó por soltar el fusil y apoyada en la pared, ir dejando caer
el cuerpo por la pared hasta llegar a sentarse en el suelo. Luego
empezó a reclinarse hacia un lado y terminó por acostarse mientras
el agua seguía cayéndole desde arriba. Los ojos se le cerraban y
solo tuvo tiempo de oír la puerta de la habitación abrirse. Luego
oscuridad.
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