miércoles, 2 de enero de 2013

Un simple viaje 4



 ASALTO
 La computadora había despertado a la totalidad de la tripulación para la defensa de la nave. Desde el exterior tres naves que no podía identificar Andrómeda, atacaban una y otra vez la nave de carga.

-Intenta apuntar a una solamente con todo lo que tenemos. Hay que mermarles o nos volaran por los aires.-apremió el capitán.
-Bodega de carga inutilizada. Fisura en casco exterior detectada, sin atmósfera. Procediendo a cerrar los accesos.- Informó   Andrómeda
-Se aproxima una por babor, se está poniendo a tiro. ¡Sí!-exclamó Jensen destrozando una de las tres naves que les atacaban. El puente de mando estalló en un júbilo de festejo, pero todo se interrumpió cuando una gran explosión sacudió el puente de mando.
   Cuando se levantó del suelo vio un panorama dantesco. Tommy yacía en su silla inerte, mientras que Jensen se retorcía de dolor. Su pierna derecha había sido seccionada a la altura del muslo. Pedro presentaba  quemaduras en rostro y brazos tumbado en el suelo sin moverse. Al capitán no lo tenía a la vista así que dio la vuelta alrededor de la consola de mando y lo vio echado sobre el suelo. Kate no podía más y empezó a llorar. El capitán levantó un brazo intentando alcanzarla. Ella se agachó hacia él. 

-Escóndete. No permitas que te capturen viva. No se ha podido lanzar un mensaje de alarma a la Megacorporación. Si te atrapan estarás sola por siempre.-  dicho esto expiró.

    Andrómeda continuaba disparando en modo automático pero solo quedaba un bláster activo y las naves que rodeaban a la Andrómeda se mantenían fuera del alcance. Hasta que otro de los múltiples impactos que recibió destrozó completamente la última torreta.

   La joven corría despavorida con lágrimas en los ojos sin rumbo fijo. En un primer momento la rutina la había llevado hasta su habitación. Allí se escondió bajo la cama. Sollozaba y temblaba de miedo en posición fetal. Ya no se oía el retumbar de los impactos en el casco de la nave, lo que le hizo suponer que habían parado de disparar. Una niebla de terror invadió su mente. ¡Iban a subir a bordo! y ella estaba allí, indefensa, se dio cuenta que no había cogido ningún arma y el grado de miedo aumentaba por momentos. Pensó que allí no estaba segura y salió de debajo de la cama. Debía llegar a la antesala de la bodega de carga. Si tenía suerte no estaría sellada por los impactos y podría coger algún subfusil que llevaban para una hipotética defensa. Que ironía, no habían tenido tiempo prácticamente ni a defenderse. Les habían barrido y ellos solo habían podido destruir una de las naves agresoras. Su cabeza daba vueltas mientras corría hacia la armería. Tenía que defender su vida a toda costa. Y la de su hijo. Volvió a llorar. Los ojos se le llenaban de lágrimas y a veces le nublaban la visión. Tenía un mal presentimiento y quería estar armada. Llegó a la puerta de la armería y la vio cerrada. Introdujo un código de acceso en la consola. La puerta se abrió automáticamente, la sala estaba iluminada por las luces de emergencia. Ella se aproximó a uno de los armarios y lo abrió. Cogió un subfusil y conectó el cargador de plasma, encendiéndose unas luces rojas en el lateral del arma. Cuando éstas llegaron al máximo, el arma estaba lista para ser usada.

Se enjuagó las lágrimas con la mano. Respiró profundamente y se intentó mentalizar de que si jugaba bien sus cartas podría sobrevivir al asalto de, quien fuera que les había atacado. Solo tenía que esconderse y dejar que se llevaran lo que quisieran. Luego mandaría un mensaje con la esperanza de que alguien consiguiera oírlo y fuera en su ayuda. Salió de allí con todo el sigilo que los nervios le permitían y se dirigió hacia su dormitorio. Parecía una nave fantasma con las luces de emergencia como única iluminación y aquel silencio sepulcral que casi se podía cortar con un cuchillo. Ella iba de puntillas, pues no quería hacer ruido. No sabía si habían abordado ya la nave o si se habían ido de allí después de destruirles. Llegó a su habitación sin tener ningún mal encuentro. Apretó el botón que accionaba la apertura de la puerta y ésta se abrió. En cuanto entró cerró tras de sí y se escondió dentro de la ducha sujetando el fusil en dirección a la puerta. Si alguien entraba en la habitación tendría unos segundos antes de que entraran en el reducido cuarto de baño. Empezó a temblar, los nervios volvían a aflorar y sus ojos se inundaron de lágrimas. Recordaba las palabras de su novio Michael.

No tienes por qué hacerlo-Dijo Michael mientras miraba por la ventana de su pequeño apartamento. Un apartamento situado en la planta 56 de un edificio como tantos otros que se habían construido en la colonia de Marte para alojar a los miles de colonos que, llegados de la Tierra, trabajaban en las minas de Almenio y Constrinio.
-Con tu sueldo, aunque seas capataz, no podemos acceder a un futuro muy prometedor. Además será solo año y medio. Luego podremos vivir juntos e ir a la Tierra de viaje de novios. Así conoceremos el mundo de nuestros padres. -contestó Katy con convencimiento.
-Sabes que no me gusta que te enroles en esos mercantes.
-Éste carguero es de última generación , lo estrenamos nosotros. No pasará nada.”

   Ahora se arrepentía de no haberle hecho caso. Como le gustaría estar a su lado y abrazarse a él. Entre estos pensamientos se quedó dormida. Se despertó cuando oyó un grito que venía de la habitación contigua o la siguiente, no estaba segura. Había sido un grito de mujer, por lo que debía ser la doctora Jessica. ¡ Se había olvidado de ella! ¿Por qué gritaba? ¿Qué estaría pasando allí? ¿Serían los de la otra nave? Una multitud de preguntas se acumulaban en su mente. Empezó a temblar de nuevo y levantó el arma apuntando hacia la puerta. De un momento a otro sabía que entrarían por la puerta. Quizá si estaba quieta no se percatarían de que estaba allí. Corrió la cortinilla con sumo cuidado para no hacer ruido. Solo dejó una rendija por la que tenía a la vista la puerta. ¿Qué había pasado con la doctora? Ya no oía ningún ruido. De repente notó una voz que parecía como si le susurrara dentro de su cabeza. No la entendía, pero notaba como su voluntad iba abandonándola. Tenía que mantenerse firme todo el tiempo que pudiera. Sabían que estaba allí y ya daba igual el ruido que pudiera hacer. Debía mantenerse despierta, así que abrió el grifo del agua fría y esto la espabiló un poco. Pero la voz no cesaba de rezar en su mente unos sonidos que la estaban anulando totalmente. Terminó por soltar el fusil y apoyada en la pared, ir dejando caer el cuerpo por la pared hasta llegar a sentarse en el suelo. Luego empezó a reclinarse hacia un lado y terminó por acostarse mientras el agua seguía cayéndole desde arriba. Los ojos se le cerraban y solo tuvo tiempo de oír la puerta de la habitación abrirse. Luego oscuridad.